DOI 10.35381/cm.v7i12.459 

 

Filosofía, unidad del conocimiento y duda metódica en René Descartes

 

Philosophy, unity of knowledge and methodical doubt in René Descartes

J

 

 

José Concepción Matos

fhejmatos@gmail.com

Universidad del Zulia, Maracaibo

Venezuela

https://orcid.org/0000-0002-7410-0544

 

Juana Cecilia Ojeda-de-López

juanacecilia@hotmail.com

Universidad del Zulia, Maracaibo

Venezuela

https://orcid.org/0000-0001-6908-3252

 

María-del-Carmen Jiménez-Barriosnuevo

mariacjimenez@unicesar.edu.co

Universidad Popular del Cesar, Valledupar

Colombia

https://orcid.org/0000-0002-9475-6524

 

Miryan David Rodríguez

miryandavid@unicesar.edu.co

Universidad Popular del Cesar, Valledupar

Colombia

https://orcid.org/0000-0002-1295-5731

 

 

 

 

Recibido: 05 de febrero de 2021

Aprobado: 20 de abril de 2021

 

 

 

 

Estimado Editor (a):

En sus estudios Descartes realiza la aproximación en aspectos relevantes del pensamiento cartesiano, y planteaba que sólo podía confiar en aquello que fuese cierto porque el resto de las cosas serían semejantes a las falsas o suspendería el juicio con respecto a ellas. Se trataba entonces, no de una duda espontánea y natural sino de la utilización de una duda metodológica. En el contexto histórico-filosófico, los aportes realizados por Descartes, según Morillo-Velarde (2001):

Es un hombre de contrastes porque estudiando derecho se interesó por las matemáticas y la física; Inició el racionalismo filosófico, pero bajo una marcada inspiración mística; era un hombre con la rigurosa entrega al saber, pero disfrutaba la vida mundana. (p.9).

 

En este sentido, las contribuciones realizadas por Descartes, tanto en el Discurso del método como en la carta del autor al abad Picot, traductor de Los principios de la filosofía. La primera obra, escrita originalmente en francés en 1637 a los 41 años de edad y consta de seis partes. La segunda fue publicada en latín, en 1642 a los 48 años de edad. Sin embargo, cabe destacar que las ideas planteadas por el filósofo en esta obra son desarrolladas posteriormente en la obra Meditaciones metafísicas, publicada en 1640, a los 44 años de edad, donde pareciera tener el tiempo y la madurez suficientes para explicar con mayor detenimiento gran parte de los planteamientos algunas veces explicados brevemente y no discutidos en profundidad. No se observan divergencias, ni cambios bruscos en el abordaje de sus ideas. En la primera parte del Discurso, destaca como la formación en el colegio de jesuitas de La Fleche, inicialmente le enriquece, pero finamente le decepciona, aunque no deja de reconocer la importancia de su completa educación y del contacto con los más grandes pensadores de las ciencias dentro de la tradición escolástica. Consideraba que ninguna de las ciencias estudiada, con excepción de las matemáticas, era capaz de distinguir bien lo verdadero de lo falso, aunque presentan el inconveniente de su aplicación a lo real. Esto lo refiriere a una ruptura con esta tradición científica, con el pasado, pues debe partir de cero, esto lo lleva a encontrarse consigo mismo, en el trabajo filosófico que lo lleva hacia la meditación.

En la segunda parte, como producto de sus meditaciones propone los preceptos o reglas que constituyen el método universal que, las ciencias no han presentado hasta ese momento, permite, alcanzar el máximo conocimiento posible caracterizado por estar conformado por ideas claras y distintas constitutivas de una ciencia universal. Un método sugerido, no impuesto y absolutamente valido en la actualidad, tanto para el investigador de laboratorio como para el investigador en formación.

El filósofo Descartes introduce estos conceptos de ideas claras y distintas, según Tomasini-Bassols (2001), para ‘cualificar’ el conocimiento real. Aunque múltiples cosas no puedan ser conocidas con claridad y distinción, aún se puede decir que se les conoce, aunque sea de forma imperfecta. Conocimiento perfecto es saber que yo existo y que Dios existe. El problema es que no existen criterios objetivos de claridad y distinción. Sin embargo, a partir de la introducción de esos elementos se puede hablar de verdades a secas en general y de verdades necesarias, respectivamente. Los preceptos del método son los siguientes: El primero se refiere a la búsqueda de verdades evidentes. Para ello se observa la necesidad de suspender los juicios precipitados, exigiéndose la obtención de ideas claras y distintas como supuestos de verdad; asegurándose de esto, al requerir prevención y cuidado en la aceptación de algo como verdadero. La rigurosidad del matemático, investigador y filósofo se hace patente e inspira la actividad de investigadores nobeles.

El segundo precepto se centra en la necesidad del análisis. Este precepto manifiesta su formación en el mundo de las matemáticas; donde el análisis o descomposición del todo en partes, y el orden obtienen un lugar preponderante, puesto que garantizan una revisión del todo a partir de las diferentes partes que le integran, con el propósito de simplificar los procesos y facilitar la obtención de mejores soluciones. Indiscutible tarea esencial porque facilita la comprensión del todo procurando dividirlo para su estudio cuantas veces sea posible.

El tercer precepto indica avanzar desde lo simple a lo compuesto. En este precepto, se pone el énfasis en el inicio de la magna tarea por lo más simple y fácil de conocer para avanzar hacia lo compuesto, procurando encontrar un orden en los elementos constitutivos, aunque dicha relación no sea aparente. La tendencia a la sistematización del proceso, recobra un valor especial, puesto que se está planteando la búsqueda de la verdad para las ciencias y ha permitido, por ejemplo, a investigadores del campo de las neurociencias, aceptar la importancia de sentir la respiración como uno de elementos básicos de la salud.

El cuarto precepto se centra en las enumeraciones y revisiones exhaustivas. Finalmente, en este precepto, exige la necesaria revisión completa y ordenada de cada uno de los pasos anteriores para asegurarse de no haber cometido errores, puesto que se reconoce necesitado de la certeza, verdad, orden, verificación, cumplimiento y compromiso con la verdad. No se trata de una tarea compulsiva sino minuciosa para evitar los saltos naturales de una mente distraída.

En la tercera parte del Discurso, hace referencia a la moral, pero con un acento particular porque se trata de una moral provisional, entendiendo que, para él, se trata de la máxima sabiduría, el nivel más alto del conocimiento que vincula todas las aristas del accionar humano. También propone cuatro preceptos que se refieren, en términos generales, al cumplimiento de normas de conducta en el propio país o en el extranjero, dándole importancia a leyes, costumbres, educación de los niños, moderación, austeridad, sensatez y cultivo de la razón en equilibrio con el mundo, y siendo la moral el objeto de estudio de la ética, de allí puede comprenderse que algunos consideren a la ética como un eje transversal en cualquier área de la vida, tanto privada como pública. Otros le consideran como envolvente por fuera y por dentro de los intersticios de cada uno de los elementos de la vida general.

En la cuarta parte del Discurso, aparece cogito ergo sum (pienso, luego soy) como el resultado de observar que realmente yo puedo dudar de todo, pero no puedo dudar de que dudo. De esta forma rescata la importancia del yo y del aporte del investigador como persona. Además, expresándose en primera persona, él llega a la conclusión de que si duda; es decir, si piensa, entonces existe. Se trata de una existencia que va más allá de la duda y de cualquier otro elemento externo. De esta forma el autor confía en su razón, encuentra una verdad que ningún escéptico puede refutar; ya la verdad no descansará más en lo que la autoridad del momento propugne.

En la quinta parte de la obra que se ha venido comentando, presenta un resumen de los resultados de la aplicación de su método a la física y aunque se valora grandemente sus aportes; por ejemplo en el caso concreto de la mecánica de la circulación de la sangre, se encuentran interesantes explicaciones, ya superadas en la actualidad por el tipo de estudios no invasivos e invasivos, tales como necropsias, ecocardiogramas o electrocardiogramas, que han permitido alcanzar un verdadero conocimiento sobre la estructura de las cavidades cardíacas, su función mecánica e inclusive eléctrica.

En la última parte, manifiesta rasgos de prudencia y humildad al solicitar colaboración de una verdadera comunidad científica, porque sabe que se está desarrollando su vida y obra en unas condiciones de riesgo no sólo para el conocimiento propiamente dicho, sino para su propia vida puesto que en su época aquellos que contradigan los preceptos de la iglesia pueden morir quemados en la hoguera por herejes. Además, da indicios de conocer su realidad biopsicosocial y espiritual porque advierte el poder de instituciones diferentes a la academia.

En el año 1644 a los 48 años de edad, en latín exhibe concretamente algunas ideas presentadas en la carta del autor al traductor de Los principios de la filosofía, porque además de presentar algunas aclaratorias sobre el significado de la palabra filosofía, también introduce una interesante metáfora entre las partes de la filosofía y el árbol, ilustrando la unidad del conocimiento. En este sentido la filosofía y la unidad del conocimiento, comprende la importancia de la filosofía como la madre del conocimiento, claramente representada por Descartes (1987) como un árbol, donde la metafísica y las ciencias la conforman, se comienza refiriendo algunas ideas del autor sobre ella:

…significa estudio de la sabiduría y… sabiduría se entiende no sólo la prudencia en los asuntos, sino también un perfecto conocimiento de todas las cosas que puede saber el hombre, tanto para la conducción de su vida como para la conservación de su salud y la invención de todas las artes… (p.7)

 

Aunque existe una gran diversidad de definiciones del concepto de filosofía, en este caso, el autor se destaca por la consideración del estudio de un conocimiento que no puede quedarse en lo meramente contemplativo; sino que involucra la prudencia en la conducción de la vida, conservación de la salud e invención de las artes, es decir, la filosofía ha de incluir, además de los conocimientos teóricos, aspectos prácticos que ordenen la conducta en la vida cotidiana, propicien la vida mediante la conservación de la salud y la enaltezcan con la invención de las artes.

De esta forma, se visualiza la exigente y multidimensional concepción cartesiana de la filosofía que se corrobora cuando plantea: “Vivir sin filosofar es tener, propiamente dicho, los ojos cerrados sin intentar abrirlos.” (Ibedim, p.8) De forma implícita, puede comprenderse que el autor expone la conexión entre elementos biológicos, psicológicos, sociales y espirituales propios de la vida. En esta afirmación, el autor expresa caramente la trascendencia vital de la filosofía y su conexión con la volición y valoración de la vida en la diversidad de sus elementos constituyentes.

Sin embargo, su genialidad no deja de publicarse, en lo cual ayuda la contextualización del autor para comprender que, ante la complejidad de la filosofía entendida como el estudio del conocimiento para la vida, se vale de una interesante metáfora biologicista al expresar, Descartes (1987):

 

… la filosofía toda es como un árbol, cuyas raíces son la metafísica, cuyo tronco es la física y cuyas ramas brotando de este tronco son todas las demás ciencias, las cuales se reducen a tres principales, a saber, la medicina, la mecánica y la moral, quiero decir la más alta y más perfecta moral, la que, al presuponer un conocimiento cabal de las demás ciencias, constituye el grado último de la sabiduría. (p.16)

Es indiscutible la grandeza y aceptación de esta metáfora, las raíces del conocimiento se corresponden con los principios, la física vinculada a la naturaleza representa el tronco de las ciencias y las demás ramas irrumpen para darle fortaleza al gran árbol de la sabiduría, la filosofía. La formación multidisciplinaria de Descartes, le permite el abordaje de una diversidad de elementos desde la más completa y rigurosa revisión, con respeto a los preceptos establecidos por él mismo. Su interés es la verdad de las ciencias, su centro es la razón del hombre capaz de dirigir su propia vida y atreverse a poner en duda cualquier idea que no le resulte evidente. Este importante filósofo francés, se plantea una duda metódica, luego de una completa formación académica en las mejores escuelas de su época, descubre una cantidad de elementos que, aun reconociendo la grandeza de los grandes pensadores que les dieron, llega a la conclusión de la necesidad de buscar un método para llegar al conocimiento de todas las cosas que fuera capaz el espíritu. Pero no se trataba de cualquier método sino de aquel capaz de proveer la correcta conducción del pensamiento para abordar el conocimiento en las diferentes ciencias. Él establece los preceptos, antes descritos, con la intención de facilitar la búsqueda de la verdad de las ciencias. De este modo, nuevamente Filosofía y ciencia fortalecen sus nexos originarios.

Es propicio recalcar, que este autor exige claridad y distinción suficientes para conocer porque en caso contrario, él considera que se obra correctamente sin engaños cuando ocurre la abstención del juicio sobre el particular. Afirmar o negar implica el uso indebido del libre albedrío, porque si se admite la parte falsa se comete error, pero si se admite la otra se coincidirá por casualidad con la verdad, pero no por ello se estará libre de culpas porque el conocimiento del entendimiento debe preceder a la determinación de la voluntad (Descartes, 1967). De esta forma se avala la suspensión del juicio hasta tanto no hallan ideas claras y distintas que brinden certeza.

Como parte del método en cuestión, él postula varios preceptos que no pueden dejar de cumplirse nunca. A saber, Descartes (2001):

 …no aceptar cosa verdadera que yo no conociese evidentemente como tal… no incluir en mis juicios nada más que lo que se presentara a mi espíritu tan clara y distintamente que no tuviese ocasión alguna de ponerlo en duda… dividir cada una de las dificultades  que examinara en tantas partes como pudiera y requiriera para resolverlas mejor… conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando con los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos… hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que estuviese seguro de no omitir nada… (p.37)

 

En otras palabras, al engaño de los sentidos se suman las equivocaciones al razonar, siendo racionalista no deja de exigirle a la razón su cuota de responsabilidad, de allí que afirma(Ibídem):

…nuestros sentidos nos engañan a veces, quise suponer que no había ninguna cosa que fuese tal como ellos nos las hacen imaginar. Y puesto que hay hombres que se equivocan al razonar…, juzgando que estaba sujeto a equivocarme tanto como otro cualquiera, rechazaba como falsas todas las razones que antes había tomado por demostraciones… pero advertí que mientras quería pensar… que todo era falso, era preciso que necesariamente que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y notando que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firma y segura, que todas las más extravagantes suposiciones que los escépticos no eran capaces de modificarla… (p.49)

 

Por otra parte, adentrándose en una serie de construcciones asociadas al alma y la separación del cuerpo que le permite ahondar en la perfección del dudar como ejercicio del pensar que evidentemente, al reconocerse limitado, se la endosa a Dios. Por lo tanto, sólo el propio Dios pudo poner la idea de perfección. Es decir, se presenta la idea de Dios como idea innata que actúa como garante de la fundamentación del conocimiento. Esto se convierte en prueba de la existencia de Dios o argumento ontológico.

Sin embargo, aunque para la época era aceptado que… “no hay nada en el entendimiento que no haya estado primeramente en el sentido, donde, sin embargo, es cierto que las ideas de Dios del alma nunca han estado” (Descartes, 2001, p.56). Prosigue aportando elementos para afianzar la idea de Dios como innata. Además, de atreverse en una complicada época para confrontar las verdades de la iglesia, con hábil prudencia pública, se expresa, logra sus objetivos, reafirma su fe en Dios y alcanza varios peldaños para la filosofía y para la humanidad desarrollada bajo el pensamiento occidental. Por lo tanto, Descartes, padre de la filosofía moderna al reconocer en el hombre la posibilidad de utilizar la razón, se forma en las mejores escuelas de su época, comparte con ilustres doctores, pero se encuentra ante las confrontaciones, debates, discusiones y controversias, las cuales le obligan a la reflexión filosófica, y partiendo de la aceptación de la duda propone varios preceptos como parte del método para la búsqueda de la verdad.

En esa búsqueda de la verdad, producto de su necesidad de conocer característica de la especie humana; él medita, reflexiona y se encuentra con su propia duda como expresión de su razonamiento y por lo tanto de su existencia. Irremediablemente, surge el cogito ergo sum como el sustrato de la de razón y existencia.

La verdad evidente puede alcanzarse a través de un método, que presenta el apego a fundamentos básicos del pensamiento científico, pero que le confieren trascendencia porque le otorga protagonismo al hombre y no sólo a Dios. Revisiones, verdades evidentes, enumeraciones, reiteraciones y análisis son las piezas clave de dicho método; sin olvidar la consideración de una filosofía como el conocimiento no sólo teórico sino relacionado con la conducta en todas las áreas de la vida, confiriéndole vigencia epistemológica por su concepción integradora.

 

REFERENCIAS CONSULTADAS

Descartes, R. (1987) Los principios de la filosofía. [The principles of philosophy].  Trad. Nicole Ooms. Universidad Autónoma de México. México. Recuperado de: https://n9.cl/mz2b

 

 

 

 

Descartes, R. (2001) Discurso del método para bien dirigir la razón y buscar la verdad en las ciencias. [Method discourse for good to direct reason and seek truth in the sciences]. Trad. Víctor Florián. Editorial Panamericana. Colombia

 

Descartes, R. (1967) Meditaciones metafísicas. [Metaphysical meditations]. Trad. José Soriano. Universidad del Zulia. Venezuela.

 

Morillo-Velarde, D. (2001) René Descartes. [Rene Descartes]. Editorial Edaf. Argentina. Recuperado de: https://n9.cl/x7lop

 

Tomasini-Bassols, A. (2001) Teoría del conocimiento clásica y epistemología wittgensteineana. [Classical knowledge theory and wittgensteinean epistemology]. Plaza y Valdés. México. Recuperado de: https://n9.cl/dy71b

 

 

 

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